24/7/11

Sangre y lágrimas

Extendió sus brazos a la nueva tierra y ordenó: que los soldados sujetos a la orden de Etoya sometan estas lindes. Que las lanzas que empuñan derramen la sangre de los que aquí habitan.

Ares, dios de la guerra, dio la señal levantando su arma. A la contra del sol emitió oscuridad con su sombra y el destello de su armadura de bronce cegó la paz allí habida. Los soldados comenzaron su conquista. 

De la batalla se abrieron dos zanjas en el suelo. Desde las lejanas montañas de Anatolia hasta el golfo Pérsico. Una a causa de la guerra, por la que corrió la sangre derramada. Desde el monte Ararat bajó la sangre. La otra a causa del dolor de los que allí perecieron, y se llenó de lágrimas provenientes de los montes Tauro. 

Al paso de los siglos la tierra descansó y ambas zanjas confluyeron en una sola. La sangre dejó de emanar del monte Ararat y las lágrimas en forma de copo tomaron su copa. 

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