13/6/10

605 391 III

Eructaba una vez tras otra a través del teléfono. El sonido rebotaba por la habitación, llenando un eco hueco que hasta el momento había pasado inadvertido por los que allí nos encontrábamos. En el silencio. Los jadeos de su interlocutor se podían oír desde la penumbra del hueco de la escalera. Intentaban ser sensuales, ambos, con su extraño concepto de la erótica. Su sexo, por teléfono y a través de eructos.

Con el teléfono apoyado en el hombro tenía las manos libres. Pero por poco tiempo. Se empezó a masturbar y lo hacía como si le fuese en ello la vida. Era asqueroso. No podía verlo desde allí, pero el sonido era reconocible. Su desesperación cortaba el ritmo, lo descuartizaba. Era irregular y trabado. Las gotas de sudor le caían por la cara. Mejilla abajo hasta la barbilla, desafiantes. Las gotas se estiraban hasta caer al vacío, sobre su pecho. Las moléculas del sudor repetían, de una forma rítmica, casi melódica, el recorrido. Era extraño en aquella situación. Posiblemente esas gotas eran lo único que seguía un patrón cercano a la normalidad en aquella habitación. Y en alguna otra, muy lejos conectada a ésta por teléfono. Dos individuos enfrentados. La excitación los elevaba a un nuevo nivel, algo cercano al placer.

A mi simplemente me parecía cómico. Perturbador.